martes, 25 de mayo de 2010

La Revolución Propuesta

A Continuación, un extracto del "Manifiesto Revolucionario de Comunidad" de Rodríguez Carrera, el que comprende el primer capítulo, denomiando "Es hora de la Revolución".
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"Es hora de la Revolución"

"Bajo la mirada de Dios se los digo, el mundo necesita más que nunca una Revolución. Cada día que pasa nos hundimos más en un materialismo terrible que nos obliga a combatir unos con otros, destruyendo nuestras vidas, las ajenas y el planeta.

Son diversas las fuerzas que se enfrentan y son tan poderosas, que solo la vía revolucionaria puede destruirlas. El poder del capital, el poder político de algunos -que las más de las veces está unido al primero- y el poder filosófico, que se ha propagado gracias a los otros dos. Estas tres fuerzas se unen y luchan contra otras 3 de bandos contrarios.

Hoy, la lucha del lado que resiste es escaza, pues el mundo está más o menos entregado a un sistema, uno macabro, que se basa en ese, el principio decimonócio por excelencia: el egoísmo.

Las excepciones al sometimiento de este verdadero imperio son exiguas y la mayoría se encuentran mezcladas con visiones marxistoides o populistas, que terminan haciéndoles el juego al capitalismo internacional o esclavizando definitivamente a quienes sufren esos regímenes.Entonces, si estamos en esto, nosotros, los que decimos que se necesita una revolución, nos colocamos en la vereda de la lucha, en la vereda de la resistencia, en el enfrentamiento a todo lo conocido y practicado hoy en nuestro mundo.

Hasta ahora la lucha es débil, y en esta Patria no ha dado frutos, es una lucha pobre, casi secreta. Diversos grupos, algunos más, otros menos, intentan levantar diversos focos de resistencia alternativa, distinta, caballerezca y con aspiraciones sublimes.

¿Pero cómo lograremos causar el proceso de la verdadera Revolución? Antes que cualquier cosa, antes aún que lo primero, se necesita justificar la necesidad de un movimiento que busca derribar las bases mismas de la actual civilización occidental. Una vez hecho esto, se ha de desarrollar nuestro plan.

Lo Primero que tiene que hacerse, es definir los objetivos de esta Revolución, pues el ideal revolucionario marxista es contrapuesto a este, el nuestro, y el ideal de la revolución islámica no coincide con el que nosotros profesamos. Debemos entonces depurar nuestros conceptos hasta concebir el objetivo máximo que buscamos con esta empresa.

Segunda cosa, delinear el método revolucionario, tanto del hombre que lucha como del movimiento que combate. El método tiene que demarcar sus límites y el estilo propio de la acción subersiva y constructiva. Tiene que fijarse un "ethos" que marque a fuego nuestra Revolución.

En tercer lugar, debemos endurecer nuestra doctrina, depurándola de los errores propios que habrán de traer ciertos elementos humanos, que incluso en el principio, intentarán destruir nuestro objetivo, nuestro estilo y aún la misma doctrina que dicen querer abrazar. Esta depuración entonces, de la doctrina, implica hacernos duro como el acero, fijando como dogma aquellos principios que NUNCA podrán ser eliminados, revisados, ni siquiera discutidos ni cuestionados.

En cuarto lugar, aquel núcleo humano que habrá de jurar lealtad a los principios de la Revolución, grupo que no transa ni las comas de su doctrina y que vive el estilo y respira el ethos revolucionario, debe abocarse a la conquista del pueblo, de la masa enardecida que espera ser guiada en el camino del combate.

Para poder conquista a los hombres, es propio saber donde debe procederse y 3 son los lugares (físicos) donde esta tarea resulta clave: 1. Las poblaciones; 2. Las plazas cívicas de las clases medias y; 3. Las Universidades.

Antes de detallar el por qué y el cómo ha de procederse en cada caso, hemos de decir que este Movimiento, esta Revolución, es universal y por tanto, todos están llamados a ella, ricos y pobres, mujeres y varones, estudiantes y trabajadores, católicos, evangélicos y aún los musulmanes. Excluimos por cierto a los ateos, los homosexuales y otros depravados, los araganes, los burgueses, los comunistas, los masones y los extranjeros que han renunciado a su patria. Todos ellos se contraponen a nuestro ideario y están fanatizados con sus creencias. Aceptarlos en nuestras filas implica contaminar nuestros objetivos, nuestro Ethos, nuestra doctrina y toda nuestra Revolución.

Diremos también que no podemos ir a predicar, al menos en esta etapa, donde viven los ricos. No porque ellos sean malvados o no tengan cabida en nuestra causa, sino porque en sus barrios reina la burguesía, esa clase mercantilista y explotadora que eliminó a Dios de la vida pública y terminó confiscando la hombría y la caballerosidad. Los ricos que no sons burgueses -lamentablemente los menos- encontrarán justo hacer la lucha en algunos de los espacios que hemos propuesto, y lejos de alejarse de nosotros, comprenderán con mayor fuerza nuestro ideario, y nuestro sentido de cooperación nacional al que aspiramos.

Las poblaciones, callamperías y campamentos.

En las poblaciones bulle el deseo de justicia y en ellas se vive la desesperación y las formas más dramáticas de la explotación capitalista.
El poblador sabe que la denuncia que hacemos es verdadera y estará dispuesto a aceptar nuestra solución, pues la nuestra aparece como infinitamente mejor que la marxista o la socialista, pues le da participación al trabajador, lo responsabiliza y le permite vivir de sus propio es fuerzo, además, es la nuestra únicamente chilena.
La lucha en las poblaciones es quizás la más ardua, pues en ellas existen aún muchas células rojas que envenan la mente de nuestro pueblo y el zapato progresita los ha innundado con asistencialismos propagandísticos.
Lo primero que tiene que hacerse, es una activa propaganada subversiva, explicando la explotación económica capitalista y la explotación ideológica marxistoide y progresista. Se debe expresar en esta propaganda la valía del verdadero roto chileno y la hombría que nuestra raza representa.
El poblador noble comprenderá inmeditamente lo que denucniamos y defendemos y verá en sus pares -los buenos y los malos- vivos ejemplos de la perversión del sistema. Estos pobladores nobles deben ser captados por el Movimiento y he ahí la segunda etapa.
Entonces, como segunda cosa, es necesario que existan agentes en las poblaciones, agentes dispuestos a defender el ideario revolucionario, que guíen la lucha en tanto se desarrolla esta desde la adversidad. Estos agentes, hermanos y camaradas nuestros, serán en el futuro líderes claves de nuestra lucha, pues ellos guiarán como comandantes de regimiento, los cuadros rebeldes en la lucha total.
Debemos entonces, finalmente formar cuadros revolucionarios compuestos por pobladores, dispuestos a luchar en la propaganda, en la enseñanza y difusión de nuestra doctrina y por supuesto, en las marchas y mitines locales, capitales y nacionales que desarrollemos.

Las plazas cívicas de la clase media

El chileno "es" de clase media, pues pocos son los que se reconocen pobres. El hombre de clase media siempre se ha sabido abandonado y sin embargo, es el motor de la patria, el esforzado y luchador ejemplo de la vitalidad y de la superación.

En las plazas y parques de Maipú, Puente Alto, La Florida, Macul, San Miguel, Quinta Normal, Santiago, Rancagua, Talca, Iquique, Punta Arenas, Puerto Montt y tantos otros lugares, deben darse discursos encendidos y debe extenderse nuestra propaganda, enfocada al hombre de esta clase tan extensa y heterogénea, por lo que habrá que focalizar de acuerdo al espacio propio en que se desarrolle nuestro accionar. Esta clase se sabe en el desamparo y en el olvido, deben saber que nosotros los acogemos y los recordamos, son parte de nuestra lucha, y ahí estamos, dispuesto a llevar el mensaje del cambio auténtico, ese cambio que no podrán dar jamás los partidos políticos, debemos mostrarles que nuestra política es verdaderamente distinta, es la auténtica política, la que dice la verdad y la que aspira más alto, pero sin engaño alguno.

Lamentablemente, los sectores medios han sido los más contaminados con la ideología liberal, han sido los que más han aceptado -sin cuestionar la mayor de las veces- esa basura que los poderosos le ofrecen de vida. Los divorciados y separados abundan, aceptan las píldoras anticonceptivas y el aborto en ciertas circunstancias, creen en el capitalismo y rechazan la más de las veces el dolor de la pobreza, despreciándo a quien no deben y amando a quien no saben.
Hay que actuar con cautela, pero firmeza, pues de todos los que la necesitan, es el hombre de clase media el que más resiste la revolución, pues se siente cómodo con las migajas del sistema, que con verdadero esfuerzo (y en esto no hay ironía) recoge como bestia para alimentar a su familia. Son como esos negros esclavos de casa, que aman al amo más que a su libertad.
Para poder resolver este escollo, debe apelarse a la Fe y en esto no hay engaño, porque el Dios verdadero, el único, no acepta este sistema como el suyo. Debe recordársele que su Fe, rectamente practicada, no es compatible con la inmoralidad macabra que ha impuesto la partidocracia.Resulta paradójico, pero en Chile, los primeros en entenderlo serán los evangélicos, los hermanos evangélicos, pues ellos saben que las cosas se están llevando mal. Es lamentable que la mayoría de los católicos estén así de dormidos, pero el clero no ha logrado despojarse de cierto aires marxistoides en algunos casos y de cierta beatría en otros, limitándose a difundir cierto asistencialismo caritativo, olvidando lo importante: la lucha por el Reino de Cristo.

Las Universidades.

En las universidades podrá encontrar nuestra empresa el más grande de los desarrollos, pues el estudiante aspira siempre a los cambios y no hay mayor cambio que éste, tan nuevo, tan distinto y tan verdadero. El desconcierto que habrán de llevarse los estudiantes al escuchar, estudiar y entender nuestra doctrina, pasará a admiración y acompañado de nuestros líderes y oradores no podrá sino, llevar a su adhesión, a la lucha intelectual y activa en este camino de la Revolución.
Los universitarios se comprometerán y llevarán la lucha a niveles superiores, a esferas que aún nos resultan desconocidas. Una vez estén en sus puestos profesionales, nuestras metas estarán por concretarse y los entonces trabajadores, revitalizarán, ahora con mayor poder, aquellos días de encendida y leal lucha que dieron en su juventud.

En las poblaciones, en las plazas y en las universidades, la lucha debe ser paralela y canalizada por los órganos competentes en la conducción de la causa. No se puede descansar un solo día una vez que el proceso haya comenzado, no detenerse hasta conquistar.

La conquista del poder total.

Debemos conquistar el poder total, absoluto. Sino, nuestros esfuerzos serán vanos y todo se habrá perdido. La pregunta sobre el cómo hemos de obtener el poder, si por elecciones o por otros métodos, debe ser contestada en un etapa anterior, pero debe tenerse claro esto: el proceso revolucionario es movimiento acelerado, pues cada momento avanza más rápido que en el anterior y no puede parar hasta alcanzar el poder total como hemos dicho, tanto político como judicial y por cierto que económico, en el sentido que nuestra doctrina lo establece.

La lucha será ardua y debe tenerse claro que muchos saldrán lastimados, partiendo por nuestros enemigos, por lo que abrazar nuestra doctrina implica aceptar sus consecuencias. No hay retorno. En caso de derrota, seremos amenazados, agredidos, encarcelados, asesinados o desterrados, nosotros y nuestras familias, pero el riesgo bien vale la pena, pues aspiramos al retorno del hombre al Espíritu, aspiramos a luchar por nosotros, nuestros hijos y nietos, luchamos por el hombre que vendrá, para así construir un Estado de Comunidad en que sea la justicia la rectora de nuestras conductas, dando a la Libertad el espacio que le fue usurpado por el libertinaje.
No parar hasta lograr nuestros objetivos, luchar hasta vencer, triunfar o morir. POR LA PATRIA EL PAN Y LA JUSTICIA.
DIOS GUÍE NUESTRA VICTORIA,
VIVA CHILE.

Pedro Rodríguez Carrera"